Cd. Victoria.- Se escucha hasta poético. Tanto amó este hombre a sus ideales que fue capaz de sacrificarlo todo por cumplirlos. Partido, gobierno, país.
La oración se lee requetebién si empleamos vocablos amables, como ideales o sueños. El soñador y el idealista, quijotescos ambos, son roles sociales que gozan de buena fama.
Aunque (ojo) la sinonimia también permite acceder a términos equivalentes que suelen perder ese resplandor mágico para ofrecernos interpretaciones algo crudas.
Reemplace el lector el término sueños por el de fantasías. Sustituya la palabra ideales por la de caprichos. Y en lugar de conceptos como fidelidad y lealtad a sí mismo, mueva usted ligeramente la cámara hacia matices vecinos como testarudez, obstinación, intransigencia.
Entonces podremos asomarnos al lado más oscuro del presidente LÓPEZ OBRADOR.
Obsérvese, por añadidura, un detalle crucial que agrava más el asunto. Si fueran caprichos de bajo costo no merecerían mayor atención. Por el contrario, hay razones de sobra para preocuparnos y ocuparnos cuando se trata de sueños caros, de impacto profundo en el presupuesto.
Dos Bocas, Santa Lucía, Tren Maya, Universidades para el Bienestar, Banco del Bienestar, Jóvenes Construyendo el Futuro, Oficina Presidencial de Beisbol (ProBeis), Museo de Los Pinos y más.
No habrá marcha atrás en estos proyectos. Mire usted, la decisión férrea (de puño duro y gesto ríspido) se enuncia y anuncia con voz tajante y sonora, sin margen de error o duda.
Desaparece de súbito aquella sonrisa juvenil que antes le conocimos, con el mechón de cabellos cayendo alegre sobre la frente, para dar lugar al rostro pétreo y sombrío del poder.
Los músculos faciales se tensan y retroceden hasta sacar brillo a la frente y convertir los ojos en dos puntitos lejanos. Se contraen los labios como un botón, pequeñitos.
El mandatario parece entonces mirar al mundo de bulto, a una distancia metafísica que no distingue entre personas y objetos. Un abismo separa al observador de lo observado.
NI UN PASO ATRÁS
Al precio que sea, el gobierno obradorista convertirá en realidad aquellos designios que considera irrenunciables. La determinación se afianza sin margen de regateo.
Sin importar cuantas partidas del gasto público deba desaparecer o mutilar. Sin preocuparle que en dicho trance deba cercenar participaciones vitales a las entidades federativas.
O cancelar proyectos de energía limpia para suplantarlos por la más barata (y sucia) opción del combustóleo y el carbón. O cortar recursos a fideicomisos de investigación, ciencia y cultura.
Cerrar la llave a guarderías infantiles y medicamentos contra el cáncer. Reducir subvenciones a museos existentes para canalizarlas al nuevo proyecto de Los Pinos y el bosque de Chapultepec.
Desde luego, tiene para ello, la autoridad necesaria, en todas sus vertientes.
(1) Legitimidad democrática que deriva de un triunfo limpio y contundente logrado en las urnas en julio de 2018, incluyendo mayoría en ambas cámaras.
(2) Pero también la fuerza simbólica que le ofrece el espejo, cuando se asume artífice de una Cuarta Transformación, donde se equipara históricamente con HIDALGO, JUÁREZ y MADERO, entre otros.
(3) Y algo más (la fuerza de fuerzas) derivaría del mérito acumulado en tres campañas presidenciales (2006, 2012 y 2018) donde enfrentó procesos fraudulentos, enemigos encarnizados, campañas negras de desprestigio, amenazas sin fin.
Trabajo descomunal que fue necesario invertir durante el penoso ascenso al poder y parece determinar su forma actual de ejercer el mando.
Le costó mucho llegar, ganó legítimamente (ergo) puede hacer lo que le venga en gana. Es decir, se siente con merecimientos sobrados para materializar sus fantasías, pésele a quien le pese.
Y el triunfo es tan suyo que no lo comparte ni con MORENA. Partido que primero creó de la nada y luego redujo a una instancia burocrática menor, periférica, desarticulada.
Y el triunfo es tan suyo que las bancadas morenistas en ambas cámaras deben votar en automático, como en los tiempos de RUIZ CORTINES.
Tan suyo que ha emprendido una gradual pero decidida campaña de sometimiento, descalificación y guerra de recortes contra los organismos autónomos.
Llámense poder judicial, dependencias electorales, Banco de México, CNDH, CONEVAL, Comisión Federal de Competencia, Instituto Federal de Telecomunicaciones, Instituto Nacional de Transparencia, todos.
ENEMIGO INESPERADO
Pero la vida da sorpresas, el azar también juega y en el presente 2020 la mano del destino se apareció bruscamente en forma de pandemia. El alto costo de la cuarentena llega además con una caída brutal del mercado petrolero, marcando un antes y un después en el ejercicio del gasto público.
Emulando acaso la legendaria impasibilidad de JUÁREZ, el presidente se muestra estoico, imperturbable. Terquedad habemus, el tsunami económico tampoco parece modificar sus planes.
El virus le hace, en efecto, “lo que el viento a JUÁREZ”. Actitud heroica, acaso encomiable ante adversarios humanos como fue, en su tiempo, el ejército francés y su archiduque de Austria.
Aunque el fracaso se antoja inevitable cuando el enemigo es una fuerza de la naturaleza como el COVID19. Apenas la semana pasada, el doctor HUGO LÓPEZ-GATTEL reconoció algo que me permití señalar en esta columna desde un principio.
No hacen pruebas suficientes por razones de avaricia presupuestal. Porque el gasto en “testeo” (al estilo Alemania o Corea) les habría obligado a tomar dinero de partidas que consideran intocables.
El resultado está a la vista. Aunque el gobierno lo niegue, la gestión de la pandemia ha sido un desastre. La narrativa oficial constituye (lisa y llanamente) una lamentable cadena de mentiras sobre curvas que no se aplanan y “picos” que jamás llegan, mientras la frecuencia sigue aumentando.
¿Cuántos días deberán pasar antes de que el gobierno mexicano acepte que se equivocó rotundamente de estrategia y su tacañería nos llevó a tasas de letalidad cercanas al genocidio?
¿Cuánto tiempo antes de que alguna autoridad sanitaria, de primero o segundo nivel, rompa filas y le hable a la gente con la sinceridad esencial?
Mi hipótesis personal es que LÓPEZ-GATTEL lo supo desde siempre, pero accede a cerrar los ojos por obediencia, falta de carácter o mera supervivencia en la nómina.
De ello dan cuenta esos pequeños lapsus donde parece admitir que la gravedad del contagio es superior a la verdad oficial. Aunque luego se discipline ante los apremios de Palacio, para minimizar el daño, maquillar las cifras y mentir a sabiendas.
Igual sería el caso de la gobernadora CLAUDIA SHEINBAUM, cuya incomodidad ante la ceguera presidencial se observa evidente. Su cotidiana expresión de espanto lo dice todo.
La relatoría optimista no cuadra con el espectáculo de horror que CLAUDIA debe enfrentar cada día en los barrios capitalinos.
En fin, muy caro paga el país por dicha fidelidad a los sueños, adicción a caprichos y fantasías personales que el jefe máximo cree merecer como premio, tras una vida de sacrificio, penuria y lucha.
Pero así es ANDRÉS MANUEL, México votó masivamente por él y es muy tarde para que modifique su postura. La pandemia nos atrapó.