Cd.
Victoria, Tam. Coinciden observadores
de todos los colores políticos. El elemento clave que catapultó la migración masiva
de centroamericanos en los últimos meses, fue la estridente oferta de visas para
indocumentados anunciada por el presidente LÓPEZ OBRADOR en enero pasado.
Como es su costumbre, lanzó la ocurrencia sin medir los
efectos. En lapso de pocas semanas, las ventanillas receptoras en la frontera
sur tuvieron que cerrar ante la marabunta de solicitudes.
Aquí lo comenté. Las caravanas que antes fueron de
docenas escalaron rápidamente para convertirse en un éxodo de centenares y
luego de millares.
Fue este desplante irresponsable lo que desató la
crisis humanitaria que hoy se extiende en las dos líneas fronterizas de México,
norte y sur.
Esas imágenes terribles que han dado vuelta al mundo, como
la del padre de familia y su hijita ahogados al borde del río.
Por supuesto, el problema ya existía, por las
condiciones de pobreza extrema que viven nuestros hermanos al sur del río
Suchiate.
Demasiada gente con bajísimos ingresos, martirizada
por el hambre, la criminalidad y la intolerancia de gobiernos corruptos y
represivos.
Aunque la ceguera paternalista de ofrecer, de golpe, empleo
y abrigo a los ilegales, disparó el problema, lo multiplicó por diez, por cien,
por mil, tornándolo inmanejable.
Había, sin duda, estrategias más cuidadosas, mejor ponderadas
y calculadas. Lo que hizo fue provocar el agravamiento súbito. Tanto como echar
gasolina al fuego.
Pero AMLO ni es cuidadoso, ni ponderado, ni calculado.
Lo suyo es el tosco método de “ensayo y error”, darle curso a sus ocurrencias
hasta donde tope y solo entonces (el golpe avisa) reconsiderar sus decisiones.
PRESIDENTE SÁNDWICH
Ya comenté aquí que ante la furia de DONALD TRUMP, el
gobierno mexicano tuvo que apresurar la entrada en operaciones de la naciente
Guardia Nacional.
Su primera misión, contener el acceso de
guatemaltecos, salvadoreños y, muy particularmente, hondureños que tomaron por
asalto la línea fronteriza.
Hoy AMLO se encuentra entre dos fuegos, pues ni el
éxodo amengua ni el desencuentro con TRUMP ha sido subsanado. La espada de DAMOCLES
sigue puesta en la Casa Blanca.
Vivimos, muy apenas, una tregua de mes y medio,
después de la cual, el gobierno de Estados Unidos estará en condiciones de
marcar nuevas reglas y plantear mayores exigencias.
O bien (en el peor de los casos) cumplir sus amenazas
arancelarias contra productos mexicanos de exportación, amagando de nuevo con la
guerra comercial.
Mientras tanto, ANDRÉS MANUEL sigue multiplicando su
oferta a los trabajadores de Centroamérica, con propuestas todavía más audaces que,
lejos de solventar o aliviar la crisis, amenazan con agravarla a niveles nunca
antes vistos.
En ese camino va su anuncio del pasado viernes 28 de
junio, sobre la próxima firma de un convenio con la industria maquiladora norteña,
que ofrecería 40 mil empleos a migrantes. Imagínese usted.
Inocencia o perversidad, no lo sabemos, pero si la
primera oferta de visas fue como un latigazo que desató el tropel de
indocumentados hacia México…
Pues hombre, nomás imagine usted la respuesta tumultuaria
que este nuevo ofrecimiento puede provocar. Con esa liberalidad tan suya en el
manejo de las cifras, ¡les está prometiendo 40 mil empleos!...
Por supuesto, ello nos pega de frente a los
tamaulipecos por nuestro atractivo sistema de urbes gemelas al norte y sur del
río Bravo.
Somos también la franja fronteriza más cercana a la
capital mexicana, la más desarrollada en materia de infraestructura industrial,
la mejor comunicada.
De hecho, ya se empieza a sentir el hacinamiento migratorio
de “nuevo tipo”, es decir, aquel que llega estimulado, multiplicado por los
desplantes de LÓPEZ OBRADOR.
DON SAMARITANO
De Chetumal a Reynosa, de San Cristóbal a Tijuana, la
respuesta mexicana, en todos los niveles, es de desconcierto, desazón, inconformidad,
aun entre los pueblos y comunidades que votaron mayoritariamente por MORENA
hace un año.
En Tijuana, junto al histórico bordo, en ese mar frío
donde se acaba México y empieza la California imperial, un rústico letrero
describe ese sentimiento: “ya éramos muchos y llegaron ustedes.”
Desde luego, la referencia es directa a las nuevas
oleadas que arriban ahora azuzadas por el espejismo de la Cuarta Transformación.
La reflexión es, por demás, elemental, no requiere
mucha ciencia. Si no tenemos (ni lejanamente) la capacidad para dar pleno
empleo a nuestros millones de mexicanos, ¿de cuándo acá andamos ofreciendo oportunidades
a decenas de miles de trabajantes extranjeros?
A los cuáles (además) ANDRÉS MANUEL promete allanar el
camino “para que puedan ser contratados sin necesidad de mucho trámite en su
situación laboral.”
Amén de que las autoridades migratorias ya operan “para
mejorar las condiciones de los albergues instalados en la frontera norte del
país”…
Ora pues, así que, por una decisión absolutamente vertical,
presidencial (sin consultarnos en absoluto, ni siquiera a mano alzada) los
estados norteños de Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y
Tamaulipas, habremos de fungir como receptores y empleadores de mano de obra centroamericana.
Todo ello en aras de la misericordia obradorista, amor
y paz, su deseo de ayudar, empleando dinero del erario para beneficiar a
millares de personas que (por cierto) no votaron por él.
Y bueno, entre otras preguntas… ¿Por qué fijar en la
frontera norte el destino final de los trabajadores centroamericanos y no en la
frontera sur que es bastante más cercana para ellos?
¿Por qué establecer como barrera de contención al
migrante, una franja de maquiladoras sobre el río Bravo en lugar de apostarle a
una zona económica sobre el río Suchiate, en la estratégica región del Petén, al
norte de Guatemala?
Y algo todavía mejor, señor Presidente, si tanto los
ama, ¿por qué no los instala en Tabasco?, ¿Podría acaso encontrarles acomodo
entre la refinería de Dos Bocas y el trenecito maya?