martes, 29 de octubre de 2013

Eugenio, Tomás, Manuel


Cd. Victoria, Tam.- La reaparición del exgobernador EUGENIO HERNÁNDEZ cierra un capítulo muy oscuro y estresante para la clase política tamaulipeca, abierto desde los medios por el gobierno de FELIPE CALDERÓN bajo la errática conducción de la entonces titular de PGR y actual cónsul refugiada en Milán MARISELA MORALES.
Días de adrenalina intensa inaugurados desde aquella alerta migratoria que la misma autoridad federal terminaría reconociendo como un parto de los montes.
La PGR de CALDERÓN jamás pudo documentar y dar sustento a ese inmenso encono con que soltó su jauría de divos y divas mediáticos.
Lo cuál de alguna manera nos recuerda aquel año feroz de 1994 cuando la muerte de JOSE FRANCISCO RUIZ MASSIEU observó en los medios nacionales un delirio muy similar. Una orden de linchamiento a las principales figuras públicas del estado.
En 1994, igual que en 2012, semana tras semana, filtraciones sin fuente dirigidas contra Tamaulipas se llevaban las ocho columnas.
Se hablaba entonces de conjuras que incluían alianzas imposibles entre hombres como don ENRIQUE CÁRDENAS y MANUEL GARZA GONZÁLEZ (“el aceite y el agua” decía el propio MEME), incluidos ABRAHAM RUBIO, JOAQUÍN HERNÁNDEZ GALICIA y personajes de las más diversas cataduras cuyo único elemento común era el ser tamaulipecos.
El tiempo acabaría descubriendo la maniobra con una nitidez asombrosa.
Hubo de terminar la noche oscura del alma salinista para que supiéramos la razón de tan retorcido encono. Desviar la culpa hacia las tierras de ESCANDÓN para encubrir a RAUL, el hermano rapaz.
En el caso de la ofensiva librada por CALDERÓN, su tufo electorero era más que evidente: impedir el triunfo del candidato puntero en las encuestas: ENRIQUE PEÑA NIETO.
Los fantasmas de 1994 habían regresado sobrecargados en el año de RODOLFO (2010) para intensificarse con creces en 2011, terminando en pleno alarido durante la campaña presidencial del 2012.
Ahora las cosas son algo distintas. El más antiguo de los implicados, CAVAZOS, es senador de la República y YARRINGTON tiene en marcha toda su maquinaria legal compilando pruebas a ritmo acelerado contra MARISELA.
Y, bueno, HERNÁNDEZ FLORES regresa al paisaje natural (¡el hábitat!) de su gabinete, el crucero de las calles Ocho y Chihuahua, que además tiene para él un significado especial: ahí estuvieron en 1999 sus oficinas como coordinador de la campaña labastidista.
La que PANCHO ganó (desde luego, la interna contra MADRAZO) porque ya para la constitucional EUGENIO iba camino a San Lázaro, de donde luego se mudaría al 17 Hidalgo y después al 15 Juárez.
Soplan vientos de concordia en las filas del tricolor.
Cabría preguntar: ¿Las aguas vuelven a su nivel?
Difícilmente, porque el daño está hecho. Aunque los amigos comunes que tienen los tres personajes (el gobernador EGIDIO TORRE, entre ellos) coinciden en que la ofensiva albiazul fracasó.
Abogado, con estudios en economía y postgrado en administración, FELIPE CALDERÓN tenía en sus manos las capacidades profesionales, preparación, experiencia y el inmenso poder presidencial para obrar en consecuencia a partir de que abre las hostilidades aquel 13 de enero de 2012 cuando difunde la alerta migratoria.
A partir de ese momento el tiempo corre en cuenta regresiva tanto para el bando atacante como para el defensor.
Algo elemental en derecho: si no pueden probarlo que respondan por ello y mire usted que los abogados de YARRINGTON se aprestan hoy a la batalla.
Ciertamente, nuestros tres paisanos están lejos de ser santitos bajados del cielo, como tampoco les veo que traigan alitas.
Pero si algo podemos decir es que desde un principio hubo una sensación muy clara entre la opinión pública tamaulipeca de encontrarnos bajo una metralla propagandística fincada en epítetos y descalificaciones pero huérfana (en lo medular) de datos duros.
La paradoja aflora porque, al menos en el caso de CALDERÓN y MARISELA, se diría que la historia fue escrita por los perdedores.