Cd.
Victoria, Tam.- Libres y absueltos, los
cinco acusados por el crimen del periodista CARLOS DOMINGUEZ pudieron
finalmente reunirse con sus familias, tras 19 meses de prisión en los que
pruebas y argumentos presentados en su contra resultaron insuficientes.
Termina una etapa dolorosa para RODOLFO JORGE CANTÚ, LUIS
VALTIERRA, JUAN JESÚS ZÚÑIGA, DAVID MEJÍA y ADRIÁN MONTES.
Pero el reclamo de justicia sigue en pie para los
deudos de DOMÍNGUEZ quien fue ultimado de manera alevosa, con 77 puñaladas, el
13 de enero de 2018.
La voz que se repite hoy en medios laredanos es que “se
hizo justicia”, pero esto nos devuelve al dilema inicial. Si no fueron ellos,
¿quiénes?
Más grave resulta la versión de que los autores
materiales habrían sido ultimados en un incidente callejero con las fuerzas del
orden, de lo muchos que ocurren cada día en toda la república.
Es apenas una batalla, de una guerra que aún no
concluye, dice el abogado GABRIEL REGINO ante la previsible apelación de la fiscalía.
Cabría esperar también quiénes de los recién liberados
se conformarán con el fallo y si alguno o algunos buscarán contrademandar por
lo que consideran una detención injusta.
El expediente irresuelto del homicidio está ahí, el
reclamo no cambia aunque la primera remesa de sospechosos haya demostrado inocencia.
Uno más, también, entre los crímenes perpetrados
contra comunicadores mexicanos que permanecen impunes.
El trabajo está muy lejos de haber concluido. Se agotó
una pista, en la que invirtieron tiempo y esfuerzos, ¿qué otras hay?...
SIN PRETEXTOS
Y bueno, sobre el caso, aún caliente, de Culiacán, si
en algo coinciden las diversas trincheras periodísticas del país, es que el
meollo del problema (error central, causa real) no estriba en la liberación del
joven OVIDIO GUZMÁN.
Cualquier diagnóstico queda cojo, incompleto, si nos
centramos en ello. La fácil condena de los medios, parece actuar como
distractor insistiendo en lo más obvio.
Las caricaturas nacionales no quitan el dedo del renglón,
con fantasías como el cálido abrazo del presidente con el capo devuelto, entre
tantas ocurrencias más.
La verdadera torpeza se cometió mucho antes y se ubica
en la toma de decisiones al más alto nivel, al emprender un arresto sin la
preparación necesaria.
Sobre todo, cuando se conocía de sobra que se trataba
de un objetivo de alta peligrosidad, con notable potencial de fuego y una letal
capacidad de respuesta.
Y no cabe aquí la mentira de que “el presidente no
supo” o que los soldados pasaban por ahí cuando civiles armados les dispararon
desde una casa.
Muy rápidamente quedó en claro que había orden de arresto
con fines de extradición para satisfacer presiones del gobierno norteamericano.
Ello, al momento en que se discute la firma del nuevo
tratado comercial, cuyo desenlace depende del inestable y caprichoso humor que
caracteriza a DONALD TRUMP.
Cabe recordar aquí un calificativo antaño utilizado.
El del “operativo quirúrgico”, que lo mismo se empleó para definir las capturas
exitosas de los grandes jefes del narco mexicanos que diversas acciones de
guerra.
Entre ellas, la ejecución (por cierto, extrajudicial)
dispuesta por el gobierno estadounidense contra el líder terrorista OSAMA BIN
LADEN, con lujo de cámaras portátiles transmitiendo en tiempo real.
Verdadero crimen de Estado, con el presidente OBAMA
como espectador principal, junto a su gabinete de seguridad y la entonces
secretaria HILLARY CLINTON.
Observado todo al detalle desde la comodidad de sus
oficinas en Washington, cual si fuera una película de matones como SYLVESTER
STALLONE, CHUCK NORRIS, CLINT EASTWOOD o ARNOLD SCHWARZENEGGER.
Al final todos aplaudieron y empezó a circular la champaña
mientras texto y video eran distribuidos a los medios desde la oficina de prensa
en la Casa Blanca.
LECCIÓN SINIESTRA
Pero retomando el caso Sinaloa, ciertamente los
anteriores gobiernos de PEÑA y CALDERÓN tienen mejores historias que contar en
materia de capturas exitosas.
Con un detallito que publica el semanario PROCESO en
su más reciente edición, la 2243. En dicho tiempo, de 233 presuntos narcos
capturados, a la postre solo 13 recibieron condena.
La simple resta es escalofriante, 220 habrían quedado
sin castigo. Algo así como el 94%. Lo cual otorga la razón a los especialistas
cuando señalan que la alta criminalidad en este país no solo atañe a las
corporaciones que (mal o bien) la combaten.
Involucra, por supuesto, a jueces y magistrados, pero
también a carceleros. Unos perdonan (y hasta les devuelven cuentas y bienes incautados),
otros permiten fugas, no siempre espectaculares, a veces efectuadas en el más
prudente de los silencios.
Ninguna autoridad tendrían, pues, los gobiernos
anteriores, para presumir sus éxitos si sabemos que juzgados, tribunales y
cárceles mexicanas son verdaderas coladeras.
Vertederos por donde los grandes delincuentes compran
fallos favorables para retornar con prontitud a las calles, con la bendición de
la ley. En el expediente del hoy investigado exministro EDUARDO MEDINA MORA, hay
ejemplos de ello.
Aunque lo más grave de todo es el mensaje que (a
querer o no, de manera voluntaria o involuntaria, como la broma de CHESPIRITO,
sin querer queriendo) reciben las organizaciones delictivas tras la liberación
de OVIDIO.
Una respuesta masiva y relampagueante de las bandas
puede anular y revertir acciones de captura, si se incluyen amenazas reales
contra la población civil, empleando al pueblo como rehén.
La fórmula quedó claramente dibujada en las
declaraciones de LÓPEZ OBRADOR. Entregar al detenido para evitar derramamiento
de sangre inocente. De dicho método (y su macabra eficacia) tomaron nota todos
los cárteles del país.