lunes, 28 de octubre de 2019

Ellos no, ¿entonces quién?


Cd. Victoria, Tam.- Libres y absueltos, los cinco acusados por el crimen del periodista CARLOS DOMINGUEZ pudieron finalmente reunirse con sus familias, tras 19 meses de prisión en los que pruebas y argumentos presentados en su contra resultaron insuficientes.
Termina una etapa dolorosa para RODOLFO JORGE CANTÚ, LUIS VALTIERRA, JUAN JESÚS ZÚÑIGA, DAVID MEJÍA y ADRIÁN MONTES.
Pero el reclamo de justicia sigue en pie para los deudos de DOMÍNGUEZ quien fue ultimado de manera alevosa, con 77 puñaladas, el 13 de enero de 2018.
La voz que se repite hoy en medios laredanos es que “se hizo justicia”, pero esto nos devuelve al dilema inicial. Si no fueron ellos, ¿quiénes?
Más grave resulta la versión de que los autores materiales habrían sido ultimados en un incidente callejero con las fuerzas del orden, de lo muchos que ocurren cada día en toda la república.
Es apenas una batalla, de una guerra que aún no concluye, dice el abogado GABRIEL REGINO ante la previsible apelación de la fiscalía.
Cabría esperar también quiénes de los recién liberados se conformarán con el fallo y si alguno o algunos buscarán contrademandar por lo que consideran una detención injusta.
El expediente irresuelto del homicidio está ahí, el reclamo no cambia aunque la primera remesa de sospechosos haya demostrado inocencia.
Uno más, también, entre los crímenes perpetrados contra comunicadores mexicanos que permanecen impunes.
El trabajo está muy lejos de haber concluido. Se agotó una pista, en la que invirtieron tiempo y esfuerzos, ¿qué otras hay?...

SIN PRETEXTOS
Y bueno, sobre el caso, aún caliente, de Culiacán, si en algo coinciden las diversas trincheras periodísticas del país, es que el meollo del problema (error central, causa real) no estriba en la liberación del joven OVIDIO GUZMÁN.
Cualquier diagnóstico queda cojo, incompleto, si nos centramos en ello. La fácil condena de los medios, parece actuar como distractor insistiendo en lo más obvio.
Las caricaturas nacionales no quitan el dedo del renglón, con fantasías como el cálido abrazo del presidente con el capo devuelto, entre tantas ocurrencias más.
La verdadera torpeza se cometió mucho antes y se ubica en la toma de decisiones al más alto nivel, al emprender un arresto sin la preparación necesaria.
Sobre todo, cuando se conocía de sobra que se trataba de un objetivo de alta peligrosidad, con notable potencial de fuego y una letal capacidad de respuesta.
Y no cabe aquí la mentira de que “el presidente no supo” o que los soldados pasaban por ahí cuando civiles armados les dispararon desde una casa.
Muy rápidamente quedó en claro que había orden de arresto con fines de extradición para satisfacer presiones del gobierno norteamericano.
Ello, al momento en que se discute la firma del nuevo tratado comercial, cuyo desenlace depende del inestable y caprichoso humor que caracteriza a DONALD TRUMP.
Cabe recordar aquí un calificativo antaño utilizado. El del “operativo quirúrgico”, que lo mismo se empleó para definir las capturas exitosas de los grandes jefes del narco mexicanos que diversas acciones de guerra.
Entre ellas, la ejecución (por cierto, extrajudicial) dispuesta por el gobierno estadounidense contra el líder terrorista OSAMA BIN LADEN, con lujo de cámaras portátiles transmitiendo en tiempo real.
Verdadero crimen de Estado, con el presidente OBAMA como espectador principal, junto a su gabinete de seguridad y la entonces secretaria HILLARY CLINTON.
Observado todo al detalle desde la comodidad de sus oficinas en Washington, cual si fuera una película de matones como SYLVESTER STALLONE, CHUCK NORRIS, CLINT EASTWOOD o ARNOLD SCHWARZENEGGER.
Al final todos aplaudieron y empezó a circular la champaña mientras texto y video eran distribuidos a los medios desde la oficina de prensa en la Casa Blanca.

LECCIÓN SINIESTRA
Pero retomando el caso Sinaloa, ciertamente los anteriores gobiernos de PEÑA y CALDERÓN tienen mejores historias que contar en materia de capturas exitosas.
Con un detallito que publica el semanario PROCESO en su más reciente edición, la 2243. En dicho tiempo, de 233 presuntos narcos capturados, a la postre solo 13 recibieron condena.
La simple resta es escalofriante, 220 habrían quedado sin castigo. Algo así como el 94%. Lo cual otorga la razón a los especialistas cuando señalan que la alta criminalidad en este país no solo atañe a las corporaciones que (mal o bien) la combaten.
Involucra, por supuesto, a jueces y magistrados, pero también a carceleros. Unos perdonan (y hasta les devuelven cuentas y bienes incautados), otros permiten fugas, no siempre espectaculares, a veces efectuadas en el más prudente de los silencios.
Ninguna autoridad tendrían, pues, los gobiernos anteriores, para presumir sus éxitos si sabemos que juzgados, tribunales y cárceles mexicanas son verdaderas coladeras.
Vertederos por donde los grandes delincuentes compran fallos favorables para retornar con prontitud a las calles, con la bendición de la ley. En el expediente del hoy investigado exministro EDUARDO MEDINA MORA, hay ejemplos de ello.
Aunque lo más grave de todo es el mensaje que (a querer o no, de manera voluntaria o involuntaria, como la broma de CHESPIRITO, sin querer queriendo) reciben las organizaciones delictivas tras la liberación de OVIDIO.
Una respuesta masiva y relampagueante de las bandas puede anular y revertir acciones de captura, si se incluyen amenazas reales contra la población civil, empleando al pueblo como rehén.
La fórmula quedó claramente dibujada en las declaraciones de LÓPEZ OBRADOR. Entregar al detenido para evitar derramamiento de sangre inocente. De dicho método (y su macabra eficacia) tomaron nota todos los cárteles del país.