Cd.
Victoria, Tam.- Conocí el Instituto
de Investigaciones Históricas de la UAT en sus mejores tiempos, cuando lo
dirigía el abogado JUAN FIDEL ZORRILLA, bajo el mandato de JOSÉ MANUEL ADAME
MIER, en la planta alta del Teatro Juárez, atrás de rectoría.
Fue una época muy productiva en términos de
publicaciones, eventos, cursos, exposiciones, labor editorial. Buena parte del
acervo actual data de aquellos años. Se le recuerda para bien.
Tanto que, durante una gira por Victoria, el
presidente MIGUEL DE LA MADRID se animó a subir esos pesados escalones para
recorrer pasillos y cubículos, saludando de mano a sus moradores.
En el plano personal fue para mí una hazaña
entrevistar un par de veces a JUAN FIDEL, dada su incurable desconfianza hacia
los periodistas.
Respondía y regañaba al mismo tiempo, aunque siempre en
su papel de interlocutor atento, sustantivo, elocuente y muy puntual. Al final,
terminamos bien.
La labor de ZORRILLA continuaría bajo la
administración siguiente del ingeniero HUMBERTO FILIZOLA, con la misma tónica.
Un gran énfasis en la investigación regional, que en buena medida se
convertiría en obra publicada. Legado valioso, sin lugar a dudas.
Falleció JUAN FIDEL todavía bajo el mandato de
FILIZOLA y en un tiempo relativamente corto le sucedieron dos directores
titulares. El exgobernador de Nuevo León PEDRO G. ZORRILLA y la doctora CARMEN
OLIVARES.
Fue con esta última que la Universidad Autónoma de
Tamaulipas se avoca a la tarea de crear la licenciatura en Historia que hoy marcha
en camino de su franca consolidación.
Aunque para ello sería necesario formar cuadros y capacitar
a quienes se convertirían en catedráticos del naciente proyecto académico.
Y lo hizo mediante el impulso de una maestría, también
en Historia, desarrollada en feliz mancuerna UAT-UNAM que, vista a la
distancia, se convirtió en un exitoso semillero de profesores.
Concluida la etapa de FILIZOLA, entraría al relevo CHUCHO
LAVÍN quien, a pesar de su efímera gestión, le alcanzó el tiempo para nombrar, como
reemplazo de la doctora OLIVARES, a la licenciada LAURA HERNÁNDEZ MONTEMAYOR.
Una anécdota digna del surrealismo nacional es que
doña LAURA haya sido nombrada por CHUCHO como titular de dicho instituto, a los
pocos días de que reprobó y resultó excluida de la referida maestría.
Ver para creer, el fracaso académico premiado con un
ascenso, sin mayor mérito a la vista que su linaje familiar. Recomendaciones
que no parecían venir de la academia sino del Club Campestre, acaso de la Vela Perpetua.
A partir de este relevo, la otrora activa y productiva
dependencia universitaria entró en sueños. Un largo y penoso bostezo que (década
y media después) todavía no tiene para cuando terminar.
En fuentes de rectoría se dice que el actual Instituto
de Investigaciones Históricas no resistiría una auditoría mínima.
Nadie sabe en que se gasta el recurso asignado, ni
siquiera se conocen sus montos. Desde oficinas cercanas se escuchan versiones
que hablan de un subrayado y malsano patrimonialismo.
Ausencia de rumbo y (sobre todo) la visión chata de
quien se apoltrona en un sillón burocrático sin mayores aspiraciones que el más
indolente y cansino chambismo.
La felicidad ramplona del chequecito quincenal, viáticos,
aguinaldo, vacaciones y la cena navideña que invariablemente contrata en su negocio
del 16 Rosales.
Aferrada al fuero de los viejos apellidos, la señora
HERNÁNDEZ MONTEMAYOR ha demostrado, sin embargo, astucia y carácter para nadar
a contracorriente, resistiendo al paso de cuatro rectores consecutivos: LAVIN, LEAL,
ETIENNE y SUÁREZ.
Por supuesto, extraña su supervivencia en una
administración exigente y progresista como la que encabeza el doctor JOSE ANDRÉS
SUÁREZ FERNÁNDEZ, de quien la comunidad tamaulipeca conoce su compromiso serio
con las tareas académicas y la formación de profesionales competitivos.
En este sentido, el oscuro feudo de doña LAURA
representa una penosa excepción. Funcionaria incómoda, a estas alturas es toda una
reliquia, una antigualla inexplicable, sin conexión alguna con los retos y
exigencias de la vida universitaria actual.