Cd.
Victoria, Tam. LUIS PABLO BEAUREGARD
es un reportero mexicano con una carrera joven y muy consistente, labrada en el
transcurso del siglo 21.
Comunicólogo de la Universidad Iberoamericana, master
en periodismo por la Universidad de Madrid, ha sido redactor de TELEVISA,
reportero de MULTIVISIÓN, coordinador informativo en TV-AZTECA (entre otros
cargos) y hoy se desempeña como corresponsal político en México del diario
madrileño EL PAÍS.
El pasado viernes 3 de mayo publicó un análisis sobre el
naufragio de los medios mexicanos (impresos y electrónicos), bajo el título: “Fin
de ciclo para la prensa mexicana”, seguido del sumario: “Los ajustes del
Gobierno al gasto en publicidad y los cambios de la industria crean la tormenta
perfecta para cientos de periodistas.”
Abunda en datos por sí mismos reveladores, como los
convenios de publicidad que los principales periódicos y empresas han cobrado en
los tiempos de ENRIQUE PEÑA NIETO y bajo el actual gobierno de ANDRÉS MANUEL
LÓPEZ OBRADOR.
Incluye testimonios sobre el recorte drástico que la
administración obradorista ha dispuesto en los presupuestos federales de publicidad
y su efecto directo en la salud financiera de las compañías periodísticas y de
entretenimiento, radio y televisión incluidas.
Por su análisis desfilan empresas como TELEVISA, TV-AZTECA,
GRUPO IMAGEN, RADIO CENTRO, RADIO FÓRMULA, EL UNIVERSAL, REFORMA, EXCELSIOR, EL
FINANCIERO, LA JORNADA y hasta el portal de LÓPEZ DÓRIGA y la revista LETRAS
LIBRES, entre otros.
Información muy útil para las tareas de análisis y
prospectiva de la comunicación social en México. Para mayor detalle, remito al
lector a su fuente, la sección internacional del diario EL PAÍS, en su referida
edición del viernes: http://tinyurl.com/y42lcnlu
MULTIFACTORIAL
Sin embargo, el trabajo de BEAUREGARD abunda solamente
sobre una de las causas de este “fin de ciclo”, coyuntura que podríamos ver
como una crisis terminal en los medios nacionales (y regionales) tal y como los
hemos conocido.
Ciertamente, el tijeretazo de AMLO al borbotón de dinero
gastado antes en difusión (equiparable, en sus efectos, al ajuste dispuesto por
CABEZA DE VACA en Tamaulipas) afecta su viabilidad como empresas y plantea un
severo reto de supervivencia al gremio.
Pero necesario es decir que dicho factor no es el
primero ni tampoco el único que hoy hace estragos en las economías de informadores
y entretenedores, de México y el mundo.
La tormenta perfecta mencionada incisivamente por LUIS
PABLO ha estado presente a lo largo de este siglo y (entre sus muchos nombres)
se le conoce también como red INTERNET.
Por supuesto, es de una gran importancia el reporte
publicado por el diario madrileño EL PAÍS sobre la bancarrota de empresas
mexicanas afectadas por la caída drástica de la publicidad oficial.
Pero necesario es decir que esta crisis es bastante
más amplia y claramente anterior a dicho recorte del financiamiento
gubernamental.
En todo caso, el replanteamiento político que hoy se
hace a la relación clientelar entre el poder y la prensa agrava una carencia de
recursos que desde principios de siglo se empezó a sentir en los emisores
tradicionales, de nueva cuenta, impresos y electrónicos.
La fuga de clientes de la televisión tradicional hacia
los contenidos online y la consecuente caída en los ingresos publicitarios de
la TV mexicana (concretamente TV-AZTECA y TELEVISA) es también muy anterior al
recorte obradorista.
La era digital provocó un insólito cambio de
mentalidades. A estas alturas se antoja una antigualla el acceso a contenidos
noticiosos que solamente puedan ser escuchados a una hora fija (8 de la mañana,
dos de la tarde, 10 de la noche).
Por eso la gente aborda a quien se lo ofrezca al
instante y se asoma cada día con mayor puntería a los emisores independientes
que transmiten vía YOUTUBE.
En millones de celulares, los videos noticiosos se
accesan gratis y en tiempo real, no hay necesidad de esperar al noticiero
nocturno.
No queremos que nos lean las noticias en el orden que a ellos les guste, si podemos acceder a ellas en el orden de nuestro interés personal y verlas (leerlas, oírlas, verlas) cuantas veces se nos antoje.
No queremos que nos lean las noticias en el orden que a ellos les guste, si podemos acceder a ellas en el orden de nuestro interés personal y verlas (leerlas, oírlas, verlas) cuantas veces se nos antoje.
Ya no hay aparatos de radio en las tiendas y los
televisores de plasma tienen conexiones a plataformas como YOUTUBE o NETFLIX y
hasta memorias USB, más interesantes e interactivas que la vieja televisión
unívoca. Y esto pone en predicamento al propio modelo de HBO.
DIVERSIDAD
HABEMUS
La esencia de este cambio radica en el acceso generalizado,
gratuito y diversificado a contenidos mediáticos del más diverso orden (y no
solo noticiosos).
De manera muy particular, la transformación se escala a partir del momento en que las naciones cruzaron el umbral de la banda ancha (bandwidth) en los primeros días de este siglo, multiplicando su efecto en los años posteriores.
De manera muy particular, la transformación se escala a partir del momento en que las naciones cruzaron el umbral de la banda ancha (bandwidth) en los primeros días de este siglo, multiplicando su efecto en los años posteriores.
Todavía gobernaba ENRIQUE PEÑA NIETO cuando ya el semanario
PROCESO daba cuenta del problema bajo el encabezado: “Réquiem por los medios
impresos” (julio 23, 2017, http://tinyurl.com/y39vxy23).
Una nota del diario LA JORNADA consignaba el año
pasado que “Desde 2004 cerraron más de mil 800 periódicos en EU” (octubre 15,
2018, http://tinyurl.com/y2hlbx8m).
¿O qué tal este recuento que nos llega desde Europa intitulado
“Periódicos y revistas que han desaparecido en España en los últimos años”? (enero
08, 2018, http://tinyurl.com/y5q4xvfw).
Entre estas citas, llama la atención que
el recuento de LA JORNADA empiece en 2004, año en que el profesor de Berkeley
DAVID PATTERSON publicó un texto clásico sobre la importancia estratégica del
ancho de banda: “Latency lags bandwidth. Communications of the ACM”.
En todo caso, el boom de transmisiones
ultrarrápidas empieza con el siglo 21, se consolida con las generaciones tercera,
cuarta y quinta de Internet móvil (con especial impacto en aparatos celulares)
y tiene su expresión más clara en las redes sociales que surgen en paralelo,
durante la primera década de este mismo siglo (TWITTER, FACEBOOK, LINKEDIN, SKYPE,
WHATSAPP).
De nueva cuenta me debo referir a dos textos que
tratan este problema con distinta perspectiva pero admirable suficiencia.
“La rebelión de las audiencias” (JENARO VILLAMIL,
Grijalbo, 2017) y “¡Sálvese quien pueda!: El futuro del trabajo en la era de la
automatización” (ANDRÉS OPPENHEIMER, Random House, 2018).
De un tiempo para acá he consignado en este espacio la
reconversión de grandes periódicos y revistas de todo el mundo en portales
electrónicos.
Detalles como que el NEW YORK TIMES reconoce
encontrarse en cuenta regresiva para decir adiós al papel en fecha pendiente de
definir. El problema no es solo de dinero público.
Se llama fuga de audiencias (y, con ellas, de
anunciantes), diversificación de los emisores independientes, donde el periodista
es al mismo tiempo su propio editor.
Y también donde el consumidor (lector, radioescucha,
televidente, internauta) parece impulsado a personalizar de manera creciente (a
ratos, en grado neurótico) su consumo de noticias, cultura y entretenimiento.
Es un cambio de amplio espectro y cuyas consecuencias aún no vemos.